El 8 de marzo (Día de la mujer) históricamente es un día importante para lo que a la evolución social respecta, nos recuerda cada año que es el momento de dar una mirada a nuestra condición de género, a los imaginarios que hemos construido a lo largo del tiempo y a la relación que mantenemos con nosotras mismas.

Día de la mujer

Hoy no es un día para princesas, para sentarnos vanidosamente a recibir flores o para ofendernos porque a alguien se le olvidó que somos mujeres y no nos felicitó, es un día para preguntarnos acerca de nuestra labor en el mundo, como generadoras de vida, como seres humanos, ciudadanas e individuos.

Es un día para hacer honor a las mujeres que han luchado a lo largo de los años, mujeres que no pudieron  y aún no pueden decidir con quien compartir sus vidas, cuántos o  en qué momento tener a sus hijos, una profesión, una identidad sexual, expresar sus ideas, dedicarse a una labor o desarrollar un talento.

Alguien más decidió y aún decide por ellas, lo hace la pobreza, la dominación, la codependencia,  la desigualdad, las condiciones laborales no dignas, el fanatismo y la ignorancia. En este siglo las  mujeres  aún son apedreadas, golpeadas, insultadas, engañadas, subvaloradas,  víctimas de ataques con ácido, de ablación, de mutilación, de violencia sexual y doméstica,  de acoso laboral y de feminicidio, todo escondido detrás de figuras de autoridad dominantes y egocéntricas.

Aún conozco mujeres que en secreto desearían haber sido hombres para no sufrir, como si un cambio de género garantizara mágicamente la inteligencia emocional. Aún desconocemos quienes en realidad somos, lo menos importante es la posibilidad de gobernar un país, ganar dinero  o realizar trabajos que siempre fueron ejecutados por hombres. Una diferencia de roles simbolizada desde la misma creación hasta las representaciones populares modernas que por años se ha contado una historia más partidista que realista. Hoy debe interesarnos que entre más nos conozcamos a nosotras mismas y más identidad vayamos construyendo, más vamos a valorar quienes somos, cómo pensamos, qué fundamento tienen nuestros ideales y de esta manera podemos dar peso a las decisiones que tomamos y así mismo qué le entregamos al mundo.

Hoy es un día para preguntarnos qué tanto hacemos por otras mujeres que no ocupan un lugar privilegiado en la sociedad, para quienes una ofensa va más allá de no abrirle la puerta del carro, olvidar un aniversario o no sabernos leer la mente, por aquellas mujeres en condición de vulnerabilidad, muchas asesinadas y muchas otras víctimas de sus sistemas sociales, políticos y su propio sistema de creencias.

Por avanzar en esa  liberación inconclusa que no es más que una simple teoría, no podemos sentirnos libres por ser ¨autosuficientes¨ económicamente, por tener trabajos exitosos o hijos altamente competitivos, la libertad se expresa en la capacidad de entender el concepto del amor como una decisión; el decir te amo o el decir adiós, el reconocer al otro desde el respeto y la diferencia, el desarrollarnos desde nuestros talentos y motivaciones, en poder decir sí y poder decir NO MÁS y no participar en el  “feminismo light” de pelear con los hombres por una igualdad que no existe, o  de pedir un mundo lleno de caballeros que me traten como princesa y a la vez ser indiferentes frente al dolor de otras mujeres porque es lamentable que muchas veces es entre nosotras mismas con quienes  más competimos para encajar en un sistema cultural que ha parametrizado aquello que debe ser alcanzado y que en muchas ocasiones no es más que un método castrante que termina cambiando felicidad por imagen.

Por un sistema social que deje de enseñarle a nuestras niñas el miedo a la soledad desde pequeñas, en donde su única realización está en encontrar la pareja “ideal”, o mujeres solitarias no por motivación si no por el miedo al fracaso o al dolor, en  un sistema social excluyente que juzga todo lo que no le parece ΅normal’ como el matrimonio igualitario, las madres solteras o la decisión de no tener hijos.

A todas las mujeres del planeta, todas y cada una de ustedes que ha dignificado al género y empezando por la mujer de mi vida: Liliana, mi madre, siempre admiración, porque darme la vida fue apenas el comienzo de su gran historia y porque nunca se olvide de quererse, cuidarse y respetarse a sí misma lo suficiente para querer, cuidar y respetar a los demás.